jueves, 13 de marzo de 2014

ACADEMIA DE LA TRISTEZA ( PARTE II )


PASADAS LAS OCHO

Pasadas las ocho no son las nueve.
Y no porque el reloj se mueve, vivo en presente;
ni porque el mundo gira, todo se detiene;
pasadas las once, no son las veinte.

Pasado el mar, no siempre sigue el océano;
pasada la corriente, no siempre sigue el río;
pasada  la montaña, no siempre sigue el llano;
pasada la cobardía, no siempre va el desafío.

Pasada la hora, no siempre me atraso;
si esquivo el reloj, no por eso voy ausente;
si esquivo el presente, no por eso voy a mal paso;
apresando el futuro, no por eso vivo el presente.

No porque vas en retro, no avanzas;
no porque la mujer te enreda, te atrapa;
no porque corran los días, envejeces;
no porque te atrase la muerte, te acabas.









HE AQUÍ CUANDO LA MEMORIA

He aquí que cuando la memoria
es un río, se desborda;
pero si la aclamas, se esconde;
si la guardas, te abruma;
si la apagas, se enciende;
¿qué río, si es río, no ahoga?

Dices cumbre, por no decir hombre;
dices honrado, por no decir cínico;
dices lumbre, por no decir sombra;
dices límite, por no decir destino.

Y cuando uno reclama pensamiento
entre símbolos y sonidos, se ahonda;
dices zapato, por no decir amarras;
fábula, por no decir historia;
olvido, por no decir desatino;
infamia, por no decir gloria.

He aquí que cuando la memoria
es un río, nos desborda; brama
en torrenteras, remanso, remolino;
y el rayo es un río de serpientes;
y el río, suma de avispas y aguijones;
y batahola y abismo, el río de la historia.
Pues, ¿qué río, si es río, no ahoga?




 

EN CADA VERDAD


En cada verdad no siempre falta un naufragio.
En pleno amor, un desafío, un descalabro.
En el agua más limpia, una paja, un ángel caído.
En el aire más nítido, pluma de pájaro.

En toda mujer no siempre escasea un hombre.
En todo hombre nunca falta una trampa.
En la palabra más noble, sospechosa, una sombra.
En la meta, un derrumbe, una cáscara.

Tras la fórmula podría hallarse la suspicacia.
Tras la perla más fina, herida osadía.
Tras la ira más ciega, amor, gran falsía.
Tras la defunción, retoño, brizna de vida.

Todo tiene un sentido, hasta el pájaro
más fino canta su himno un último día.
El olmo no siempre dará peras.
El reino del rocío, no siempre esmeraldas.

La rosa por ser bella, jamás dejará sus espinas.
En cada verdad siempre hay un desafío.


DONDE EL ASOMBRO ES REY

Donde el asombro es rey
y la incertidumbre, acoso;
elige tu palabra
y levanta tu espada incendiada.

Donde el asombro es rey
y tu penumbra, deslumbramiento;
elige tus alas
y dignifica tu profunda nada.

Celebra el infortunio
como de poseer una joya.
Que tu estrella pobre
ostente la dignidad más alta.

Celebra lo que no vales.
Suelta tu lágrima si te alaban.

La belleza de la palabra radica
en su recalcitrante ignorancia.
En su peso de campana ignorada.
En su torre de iglesia de nube o de agua.
En su plenitud de montaña.
En su orbe de pompa o paloma.
En su soltura de potro desbocado.
En su planicie donde aterrizan rayos.

Donde el asombro es rey
y tu nada es reino de los desterrados;
elige tu relámpago
incendia tu deslumbramiento diáfano.

Celebra tu transparencia de fantasma.
Goza de tu penumbra y de tu tambor de lluvia,
de la que eres: dolor y parto, hijo de la vía láctea;
cascada de nube, viento de plumas, agua que habla.



EL RÍO


El río arrastra
un rumor de mundo y miles de piedras
filosofales que hablan.

Relámpagos de agua, enciclopedias y
enunciados universales.

Un incendio de peces y formas caprichosas.
Vidas. Y normas. Y hay que escucharlo.

Pensamientos y libros.
Olas con historia y una hecha de piedra.
Voces de los sabios abuelos que han sido.
Raíz de la raíz desde que fuimos
raíz del principio de los siglos.

Se comunica con la quietud de un sabio.
Tiene mucho de los proyectos de Miguel Ángel
y la arrogancia y astucia de un Leonado.


PARA SER TRANSPARENTE

Para ser transparente
no necesito sino de tu candor.

No necesito callar para ser transparente.

Para ser transparente
no necesito sino de tu indiferencia.

No necesito tu oración para ser transparente.

Para ser transparente
no necesito sino tu vano rencor.

No necesito ser inocente para ser transparente.

Mis pensamientos
giran y se disuelven sobre dunas e invisibles sierpes.

Sus ventiscas de arena
traspasan todo con sigilo.

Mis ojos, mi boca, esculturas son de aire iridiscente.

Mi sangre, de raíces y semillas,
se precipita por ríos de audacia y caudaloso silencio.

No necesito sino de tus desaires y diplomacias
para ser transparente.

No necesito de mi fantasma para ser transparente.

Con tu indiferencia levanto mi estatua de nada.
Y eso me basta.




 


 

ESENCIA DE ARTE


¿Quieres ser poeta?
Escribe un cuento.

Quieres ser cuentista
Escribe un poemas.

Así se ve que el equilibrio
consiste estar en el centro.

Es necesario en el cuento
el tono poético y el riesgo.

Y es mejor el poema
si timbra con el encanto del cuento.

Así, cuento y poesía
se hermanan en lo mismo.

El mismo rayo de luz-linterna
hermanan historia-ficción-poesía.

Y la misma idea une
teatro y música y danza moderna.

Teatro, música, novela
y guión de cine y poesía hecha luz danza.

Poesía, teatro, ensayo científico mágico,
con guión filosofía y estética de lo feo.

Es decir, en la idea está lo espléndido
del equilibrio de lo fino y del encanto.

Convierte todo ello en éxtasis, sueño de
cuento o de poesía; y si no lo lograras
pues verás de todos modos gran divertimento.





CADA PALABRA

Cada palabra es un enigma y una sombra.
Detrás del poema hay, en esencia, otro poema.
Detrás de la idea, una alquimia, una piedra.
Detrás de la lanza, una doctrina, una fórmula.

Debajo del barco, el alma y su el ancla.
Detrás del ancla, el pez y su asombro.
Y en los ojos de ese asombro, la máscara y el barco
que se reflejan bajo el agua.

Todo tiene un detrás, como esa onda de agua
y su fantasma.
El detrás del espejo no es el reflejo, es la sombra
de tus ojos y en lágrimas.







CANTA EL GRILLO

Canta el grillo, lo imita el silencio...


EN LA MÚSICA

En la música del silencio
posee el poeta el misterio del mejor de sus poemas.


CUANDO EL SILENCIO ES UN REINO

Cuando el silencio es el reino:
flota como burbuja, pesa como montaña.


EN EL CANTO DE LA RANA

En el canto de la rana:
aún oigo
a Sócrates y los cantos épicos de Homero...

 




LA MEDIOCRIDAD ANDANDO


La mediocridad andando
te lleva desesperado a la radio,
a la TV, a los diarios;
te sofoca, te revuelve;
necesitas entrevistas,
flash, que te inviten
a congresos, a otros países;
necesitas comunicar
que existes, que tienes un nombre;
que te lean tus tristes bodrios,
tus lombrices,
tus mamotretos, tus bocetos,
cualquier cosa gris y vacía,
simple y sin ingenio;
pero necesitas promocionarte,
decirle a todos los vientos:
que la gallina ha puesto un huevo;
que el huevo cría un ministerio
que el ministerio cría una llave
y que la llave espía siete condimentos.

Y que entonces te den otro trato;
te aumenten el sueldo,
no te quiten de tu puesto;
eres autor de libros, tienes rango,
riesgo, fama. Éxitos y garra.
Y te debates como un león
luchando y mostrando a todos
lo que vales, lo que eres;
y pegas por todo lado tu retrato
y pagas para que te pongan, si no eres.
Y giras de ideología
a la del contrario:
Pobre y triste mediocre
más amas el dinero
que tu propia fama o talento;
y los demás, te llegan al cuesco.

La verdad es esa,
no te importan los libros
ni la poesía,
ni tu calidad de artista.

Sólo quieres que no te saquen
de tu pobre, saurio, oscuro puesto.
Sólo te interesa la religión del dinero.

Y lo más triste de todo,
no te importa si todos vemos esto:
te portas como perro
lameculo disfrazado de poeta,
disfrazado de escritor siniestro,
de autor culto; mira, cómo
sales en los periódicos;
mira cómo apareces en la TV;
y a ti no te importa saber,
-qué ridiculez-
que todos vemos lo que haces;
lo poco que vales, la nada que eres.


TENGO MUCHOS SUEÑOS

Tengo muchos sueños por realizar.

Que los Premio Nóbel envidien mis poemas.
Que Dios envidie mis cuentos.
Que Dios, por mi tristeza,
prefiera ser hombre, imperfecto, que algo etéreo.

Tengo más sueños,
ser muy renombrado pero sin ser famoso.
Ser rico en ideas pero no ser millonario.
Ser muy loco imaginando, pero cuerdo.
Ser muy laborioso pero soñando.

Y que cada poema mío valga un gallo
lo que vale el canto de un río;
que cada palabra oculte desafío y magisterio;
que cada libro mío valga más
que los discursos de un ministro;
que una frase mía se encienda y equivalga
a los sueños de un continente o de la Biblia.

Piensa, si tu soberbia es
constructiva: dignifica y trasciende.

Que cada verso mío pese
lo que un trasatlántico
pero con la gracia de un pájaro;
y que hallan mujeres que me digan
me gustan no tanto tus libros,
pero te amo como al más caro de mis sueños.

y que justamente por cada libro
en cada mujer tenga un hijo, sino mío,
por lo menos que se me parezca en algo.





URGENCIAS

¿Qué puedo hacer
para ser un escritor famoso?

¿Y si me falta talento
y necesito tengo dinero?

¿Qué puedo
para que sean mis poemas razón de envidia
y manjar de elogios
y ebrios los reciten los ángeles
del cielo?

¿Buscaré a Ribeyro para montar bici
y salir en los periódicos?
¿Arrojar mi sueldo por la ventana
para endiosarlo y cigarros tras vinos
tomarme con él, en Magdalena o Miraflores,
docenas de fotos?

¿Qué puedo hacer
para ser un escritor famoso?

¿Diré a todos Ribeyro fue mi amigo,
aunque dijo Bryce: Ribeyro nunca tuvo amigos,
así que, monos, bájense de su hombro?

¿Hacerme compadre de Bryce, beber con él
votka, a toda moto?
¿Plagiar sus artículos así fuesen de otro?

¿Qué puedo hacer, oh mi Dios,
para ser un escritor famoso?

¿Endulzar mis palinodias a favor de don Mario,
a ver si con ello, yo, un pintoresco papagayo, escalo
sobre su hombro y le pido un prólogo,
y contemplo el mundo desde hombro glorioso?

¿Alabar al Oso de Norteamérica
en tono de sociólogo frustrado, reconociéndome
por desgracia peruano?
¿Hablar mal de mi país y que
si yo pudiera lo vendo al mejor postor:
Japón o Alemania, y hacerme fama de patibulario
por vender a mi madre y a mis hermanos? 

¿Qué puedo hacer, Santo Dios,
para ser un escritor famoso?
¿Lanzarme de una vieja escalera
para causar lástima a mis amigos y enemigos, 
y todo me mimen como a un mono cojo?
¿Vestirme de corsario
y lucir un garfio o un parche en el ojo?

¿Decir a los periódicos: “tengo cáncer, amigos”?
¿O, “sufro del corazón? ¿O de una almorrana
impenitente
para ganarme el consuelo
y mis novelas aburridas se vendan
como pan caliente?

¿Adelantarme al Presidente, y
recibir la fama de su patadita disidente?
¿Quemo a Cristo en su cruz como a un gato?
¿Voy a palacio y me orino en la puerta
y recito
mi granada de poemas incendiarios
y agarro fama de poeta ocioso y maldito?

¿Qué puedo hacer, amigo congresista,
Señor Presidente,
para ser un escritor famoso?

¿Casarme tres veces con la misma mujer de otros?
¿Poner encinta a mi suegra?
¿Buscar la bendición del Papa a mis poemas?

¿Buscar liarme con el Canciller o con
el presidente del Congreso?
¿Retarlo con espada de palo o mi pistola de yeso?
¿Ganar un Premio Literario en remoto pueblo
de España
y hacer el aspaviento
como de haber sido iluminado un rayo?
¿O de haber ganado el Premio Planeta?

¡Piedad, Piedad! Oh, ¿qué puedo hacer,
oh mi Dios del Cielo,
para ser un escritor famoso?

¿Calato, capear un toro en la Plaza de Acho?
¿Elaboro una antología y yo mismo
en primer lugar
me antologo, como lo hacen tantos tontos y otros?

¿Vestirme de Hemingway y, desnudo el torso,
y en short
y de pie, escribir como él,
con aires de genio bobo y antes del Nobel
y cuando era menos famoso?

¿Oh, mi Señor, apiádate de mis lágrimas de loro!
¿No ves que aúllo y te suplico hecho un mono?
¿Dónde hallar la fama, dónde
encender ese foco mítico, para ser universal,
¡cósmico!,
o enloquezco
o me desconozco?
¿A quién pagar con mi hermana o mi abuela
para que ilumine mi marketing?
¿A quién, para que hable de mí, la Urraca?
¿A quién, para que en TV me mime la Valcárcel?

¿Para ser famoso debo declarar
que tuve un hijo carcelero con la Gloria Trevi?
¿Jalarle a Hildebrant las orejas en plena TV?
¿Boxear, medio round, siquiera medio round,
con Denegri y tomarme una foto?


LAS PALABRAS

Leves como las magnolias,
fosforecen cuando menos se las espera;
gustan de las sombras, aman las piedras,
se reclinan sobre ellas;
y ahí crecen como los alacranes
con su flor y hojas,
con lluvia o sin lluvia,
y se levantan en trébol y hongos.

Luego se alzan,
vagan, ruedan, flotan en el aire
de colores en extinto exilio;
y en pleno dominio de sí, silenciosas
se elevan y cavan en cielos limpios
la rúbrica y savia
de su total dominio.

Puentes para evitar el olvido;
hachas de óxido y potente aluminio;
luminosas correas de fuego
y evanescentes espejos
donde el orbe en ellas va siendo
peñas reventadas en musgo, en desvelos
y en concavidad de estalagmitas
con murciélagos sordos y ciegos.

Mundo de sentido y vaso de universos
con enciclopedia y bibliotecas dentro;
las palabras no habitan en los cementerios;
habitan donde hay un perfecto silencio
para ser ellas en su absoluto misterio.

No vayas a su tumba de siglos,
ahí aún no has nacido; evita su raíz,
acepta su aullido
y rescata sus sigilos de innúmeros vacíos;
rescata su escalera plena de frondas,
plumas y enredaderas
sobre sus esqueletos fosfóricos y ligeros
donde todas ellas son flor, trino e incienso.

Toma su escafandra y acepta su fortuna,
sus fórmulas con valles y cordilleras profundas;
acepta su ser lúdico, sus globos aerostáticos;
acepta sus concavidades peristálticas,
sus Altamira, sus estalagmitas mágicas.

Sus escafandras bálticas son espejos donde
se sube y se baja en submarinos
a mil leguas sobre el altar y rey de tu lengua;
detrás de la luz, a mil rayos, por costumbre;
donde ella es incertidumbre y plena refulge.

Cógelas, vamos, cógelas ahora; hay tiempo
todavía; cógelas, con amor
por sus musicales cadenas, el látigo,
los mansos grilletes, su dulce condena;
y con temor y amor de sumo pontífice,
prisioneras, esclavas,
cógelas con todas tus uñas, y desnúdalas
y bébelas en su plenitud
y hazlas tuyas con auténtica lumbre.



¿A QUÉ POETAS
ADMIRAS?

A François Villón, gemelo de Vallejo;
como Vallejo es gemelo de Quevedo;
Quevedo lo es de Shakespeare;
como Shakespeare es gemelo de Rilke.

¿A qué otros poetas admiras?
A François Villón, gemelo de Vallejo;
como en Vallejo caben los Quevedo,
Shakespeare, Rilke, Whitman, Darío.

¿Y a quiénes otros más?
A François Villón, espejo de Vallejo;
como en Vallejo se ven Quevedo,
Shakespeare, Rilke, Whitman, Darío,
gemelos de Vallejo;
como en Vallejo caben Neruda,
Huidobro, Montale, Ungaretti, el viejo
Ezra; antes, Omar Khayyam, antes Li Tai Po.

Luego, como en Vallejo caben
los del galeón del Siglo de oro Español,
con Quevedo,
El Genio de los Ingenios, don Lope,
Don Miguel y su Quijote,
Fray Luis de León, los Argensola;
después Bécquer;
de ahí Freund y sus teorías
del inconscientes y de los sueños;
después Eliot,
James Joyce; de ahí los locos cubistas,
dadístas, futuristas, surrealistas;
antes, Lautreamond, Rimbaud, Baudelaire;
y con ellos, todos, François Villón.

Que se resumen, en conjunto, en los
poemas de Matzua Basho, Buzon, Issa;
piratas del ingenio, prisioneros, bucaneros,
hienas y magos, ladrones de poesía;
en síntesis: ¿a qué poetas admiras?
A François Villón y en él,  a todos,
reunidos
como
en una
sim
ple
minúscula gota de rocío. 

 

 

POESÍA ES UNA ESTACA


Poesía es una estaca

incrustada en la cabeza;
un rapto, una prisión obsesa;
una pulga que te pica;
redescubrimiento de América;
una trampa, una condena
que te ata a tu relámpago,
a tu sombra y a tu tristeza.

Un barco oculto, solapa,
con su tesoro herido
sin peces
en la luz dolida, sin alas,
de tu mirada perdida.

Ancla clavada en tu
corazón; cápsula de olvido,
menos de lo resentido
y menos de lo perdido;
es lo impostergable,
y tienes –así te maten-
que llorarlo, que decirlo.

Poesía es confidencia, irrazón
que nadie te ha pedido,
ni Dios ni tu madre;
ácido, vinagre de tu sino,
emblema turbio de tu signo;
hacha que se cruza
en tu vacío
y te amenaza el camino.

Poesía es una patada de mula
en la cabeza;
guano de un elefante que te cae
en la sien y en la lengua; incendio
del que eres fácil presa;
jaula sin llave
ni puerta que te encierra
y te atrapa sin ser ave ni fiera,
sino criatura y hombre
más recio y débil que ellas.

Poesía, una esquizofrenia;
Kafka cabalgando una cucaracha;
Hemingway un tiro de escopeta;
un escupitajo de auquénido
que te sorprende; tu liendra
y tu liendre; una requintada padre,
a Dios y a las estrellas.





¿DÓNDE ESTÁ, POETA,

EL POEMA PERFECTO...?


¿Dónde está, poeta, el Poema perfecto,
si todos los poemas son bocetos
de un solo poema? ¿Dónde está
el poema perfecto?

De ahí que Thomas Eliot, copiaba,
-entre comillas- a todos los que podía,
aplicando frases bíblicas o versos de poetas
a sus propios poemas, como gratos refritos;
se dice que Neruda se plagiaba a sí mismo;
yo digo que Vallejo se plagiaba
a cada momento, si sabemos que parte de
su cosmogonía incluía raíces de poemas
con similar filosofía, donde la pobreza
del hombre, su ser y estar,
tienen su monumento, incluidos
política y Biblia.

¿Dónde está, poeta, el Poema Perfecto?

Todos los poemas son bocetos
de un solo poema, en cada autor, y en todos
los hombres dedicados a la creación.

Picasso se plagiaba haciendo bocetos,
uno tras otro, hasta llegar al
cuadro, único,
que resumía a muchos, en su esencia.

Beethoven hacía lo mismo; su Claro
de Luna, posee variaciones elevadas
y en el mismo tono.

Los poetas Pound, Li Tai Po,
en cada poema, de muchas modos
con disimulo y discreción, o sin ellos,
hablan de lo mismo; no sólo similares
frases, similares temas; similares tonos,
similares armonías, atmósferas
y argumentos; también similar es
la pesadumbre,
la necesidad y la búsqueda;
César Moro
y Huidobro cuando poetizan parecen
hermanos en el timbre y en el tono.
Escucha sus poemas entre las sombras
donde, relámpagos, al ser pronunciados,
sus metáforas fosforecen con igual
estruendo, como los de Vallejo, Quevedo
o Eliot. Escucha sus reclamos, sus
asombros; lo que dice
un hombre lo puede decir otro. En eso,
idénticos, animales –al decir de Villón-
nos hermanamos todos.

Borges: cuando un hombre ama
a una mujer, ama a todas;
hablar de un tigre es hablar de
todos los tigres. Una hoja resume todas
las hojas; una rosa compendia el universo.

¿Dónde está el Poema Perfecto?
Lo poseen otros.
¿Dónde está el boceto perfecto?
¿Dónde?

Lo terrible es que sólo nos quedemos
en el boceto... En sólo eso.




POESÍA

Jalo tu coche
y te luzco como a mi princesa

jalo tu escritura
y luzco y lujosa academia

Hago creer que eres fina perla
Hago creer que eres doncella

Jalo tu estilo inmundo
y tu voz de rana, juro, reluzca ante el mundo

Jalo tus anatemas
y brilla tu lágrima hecha ciencia

Pienso en tu lástima y la resumo
Pienso en tus cenizas y todo es profundo

Inspiración, estrategia, estigma...
¿Son ustedes la carroza de bueyes que yo jalo?

¿O son ustedes la hostil oscura estrella
que me arrastra y pierde
en lo insondable de mi nada Vía Láctea?






              

ANTÍPODAS


Sé que hay otro que me busca;
sé que lo hay, es mi antípoda.

Sé que viaja, come, anda por Lima,
Cusco, Arequipa y que por mí pregunta.

Como yo indago por él y lo busco
y hasta veo cuando con él me cruzo.

Voy en auto y él va en otro, siempre polos opuestos,
y él y yo, yo y él, al vernos somos todo un susto.

Pareciera que hablo de una fantasía, un deliro
de persecución, pero es demasiado cierto.

A veces, qué problema, cuando vuelvo a casa,
me dice mi mujer, pero qué, ¿otra vez? Si ya comiste.

Usó mi cepillo, usó a mi mujer, y ni piensen
que ironizo, no hablo de mi mejor amigo.

Es mi antípodas, yo su antípoda, y mi mujer es su mujer,
mis hijos sus hijos y, acaso, sus hijos son los míos.

Y es que nunca sabemos quién es quién; a quién
pertenece esto, ¿es suyo mi calzoncillo o es el mío?
 
Repito, no hablo del vecino, hablo del antípodas,
ése que todos tenemos, idéntico a uno mismo.

O demasiado parecido. O tan uno mismo que resulta
otro demasiado distinto, cruzándonos en el camino.

Me busca, tiene olfato, lo sé, es un asesino y mucho
le perturba saber que vivo y busco de él lo mismo.

Porque a mí también me intrigan sus impertinencias,
al seguirme, mientras yo por él poseo igual instinto.

Porque molesta ir a mi casa y saber que, de súbito,
ya no es mi casa y que por él vivo en un absurdo.

Saber que mi bacín no es mi bacín y que mi mujer
no lo es, porque antes usó mi cama, durmió con él.

Habló con mis hijos, confidenció con mi suegra,
y que hasta mi perro y gato acariciaron sus pies.  

Y, luego, opinan de cosas que él hizo como si me
hablasen de algo que sé y que yo hice por él.
¿Por qué dejaste la plancha encendida? ¿por qué
dejaste el café; en fin, cosas en que no intervine.

Entonces, ¿quién de los antípodas hace la trampa?
¿Se molestará cuando yo primero llego a la cama?

Y, ¿quién de ambos es más inteligente? No lo sé.
Pero a veces me felicitan por algo que no he hecho.

Y sé que a veces me doy con estrategias nuevas
como hechas, como acertijo, por mí mismo.

Por ejemplo, poemas corregidos, limpiar mi mesa
sin haber puesto un dedo, aunque no me crean.

Pero ahí veo mi propia firma, de puño y letra, y
es que usa una poderosa inteligencia, se me anticipa.

Es un cretino, sabueso, intuitivo, higiénico, como no
lo soy yo; hasta usa las lavativas de mi mujer, yo no.

Porque mi digestión es buena, la del antípodas, no,
según observo. Después de todo, algo nos separa y junta.

Oigan esta confidencia. Sé que busca darme veneno
como yo deseo codiciosamente matarlo a él.

Por eso cuido mis cigarrillos, mi azúcar y café;
No a mi mujer porque ella no es mi mujer, es de él.

Otra confidencia. A veces lo veo en el espejo. Y
ahí tiemblo y él tiembla; pero es sólo una sospecha.

O una sombra que aparece y desaparece, cobarde,
en el momento que también yo he huido de él.

Y fingimos y hacemos como que no nos vemos,
y hacemos como que ni él ni yo somos el asesino.

Última confidencia. Ayer, sí, asesiné a un hombre.
Pero era otro, porque según veo, sigo vivo yo.

Salió en los periódicos. Era un cadáver parecido,
similar a mí, como dos gotas de agua, y tuve miedo.

Y reflexionando esto, ahora que lo pienso: sí,
sí, hubo realmente un muerto. Era él o era yo.

Llego a casa y entonces, no sé. ¿Cómo lo puedo
saber? ¿Quién toca la puerta? ¿Es él? ¿Soy yo?

Vuelvo al espejo. Entonces, sonriendo ahí, cínico,
por fin descubro en mis ojos al verdadero asesino.

Es el otro. Y ante él soy un perfecto desconocido;
alguien a quien conozco, sin haberlo nunca visto...

Y, de repente, en pánico, uno de los dos, sabiéndose
vencido, hecho un real fantasma, ha desaparecido.

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