lunes, 10 de marzo de 2014

MANIFIESTO DEL OCIO (ANTOLOGÍA, IV)

EL CHILALO,

PÁJARO ARQUITECTO


Dicen que el chilalo enseñó a Dios
a crear el universo.

Dicen que antes Dios era tan flojo,
algo panzón y hasta torpe y ciego.

Y que, en cambio, el chilalo,
así como laborioso era estudioso de los astros,
matemático sabio;
y que nadie, ni Dios, le había enseñado.

Que antes que Dios, el chilalo,
mejor que mago además de pájaro
era también arquitecto admirado.

Y como tal, con su pico picoteó flores
y estrellas y así reacomodó los astros.

Y Dios viendo a este creador
en todo perfecto entonces aprendió de él
y dejó un poco su ocio.

Y Dios amaba al chilalo pero de repente
rencoroso, habiéndosele adelantado
en ciencia y arte
le tuvo celos y pensó en cómo vengarse.

Pero, ¿y el chilalo? ¿Cuál era su reino?
No lo tenía. Y tuvo un desconcierto.

¿Quería un palacio? ¿O un nido cualquiera?
No. No quería palacio
ni nido que se llevara el viento.

Deseaba algo sencillo, pero de ingenio.
Algo que reflejara esa espiral del cielo.
La que se llama constelación, incendio.

Y así, con paciencia de buen ingeniero
pajilla con barro, agua y saliva,
fue diseñando un redondo proyecto.

Tejió numéricamente un mundo,
una esfera gorda
pero como esa espiral del cielo allí dentro.

Así el chilalo enseñó al mismo Dios
a crear en lo mínimo máximos modelos.

Hemisferios, círculos y cosas del mundo,
con teoría, algo de vanidad y mucho empeño.

Por eso el nido del chilalo es un camino
perfecto. Los círculos concéntricos
llevan a su trono sencillo y pequeño.

Lástima nomás que en este mundo ajeno
no todos son legítimos dueños de lo suyo;
pues el buen Dios le tenía celos.
Y maquinó algo perverso.

El nido del chilalo resistía lluvias, sequías,
tempestades, rayos y truenos
que, fuera de sí, celoso, Dios
escupía con el viento.

Pero no caía el nido. Dios se molestó.
Y, de repente, colérico,
le envió un ramalazo de periquitos.

Los periquitos nunca son piratas buenos.

Roban choclos, nidos. No aman
las ciencias, ni creen en Dios ni en ellos.

Y, así, dolió ver la casa del chilalo
cuando fue tomada
por los insurrectos ladronzuelos.

Y cómo del nido eran muertos cada críos
y cómo del nido hicieron cuartel y festín
los periquitos bucaneros.

Mientras los pájaros arquitectos
sin comprender, lloraban su descontento.

Sobre el redondo nido
la horda de pericos traídos por el viento
y el hambre -¿qué impuso Dios?-
reían y carcajeaban bohemios y borrachitos.

Eran los piratas
de un barco arrasado sobre una rama del cielo.



PAÍS

País en donde el dar es inminente...
Alberto Hidalgo

País donde
la papa nace sabiendo su laboriosa misión;
donde la oca sabe hilar el abecedario;
donde la quinua habla con emoción de ave;
donde la col tiene reloj y calendario.

Donde la abeja hace misa;
donde la llama reza rosario;
donde la cabra hace política;
donde el toro es parlamentario.

Donde la piedra tiene su doctrina;
donde el agua responde a una ideología;
donde el andén posee cosmogónica teoría;
donde el musgo habla de filosofía y estadística.

Donde la legumbre siempre digita una queja;
donde la alcachofa siempre es idealista;
donde el trigo, a veces, es oportunista;
donde el frijol visita al psiquiatra, de pena.

País donde
la abeja y la hormiga sueñan y piensan;
donde la rana y mosca con coraje dialogan;
donde el lagarto bajo el pantano razona;
donde la avestruz y la araña discrepan.

Donde
un solo peruano no se diga:
peruano hasta las verijas, sabiendo
que hay muchos modos de ser
y hacer historia y ciencia.
Donde no hay una sola lengua.
Donde no hay un único temperamento.
Donde no hay, en rigor, sólo una selva.
Donde no hay una sola sierra.
Poseemos tantos climas lenguas
como temperamentos
y tantas sierras como semillas y siembras.
Ni un solo aymara ni un solo quechua.
Hay muchos idiomas con sus dialectos
desde el mar profundo hacia la selva.
Y somos muchas historias sobrepuestas.
muchos modos de ser y memorias
múltiples simbólicas alegóricas distintas,
siendo en el todo y en la nada
el revés de la historia, el mismo
fulgor la misma euforia.

Hermanos en lo complicado
y en lo peruano hermanos
en la coca sabihonda y proteica
y en el ají bravísimo;
hermanos en la quiwicha hasta el alma
hermanos en el oyuco sapientísimo.

Y en la cebolla, hasta en la lágrima.

EN LA PLENITUD

En la plenitud está mi vacío.

¿Cuántos puentes, cuántos cielos
para dar con ese camino?

En la plenitud está mi vacío.

¿Cuántos caminos y cuáles
para dar con ese punto incierto y seguro,
para dar con ese cálculo
exacto y distinto?

En la plenitud está mi vacío.

Y ahí, mi rostro que es otro.
En donde en ése que no soy
de tanto no verme soy
el otro distinto yo mismo;
mi abismo en renuevo,
obstinación y renuencia;
y así ni me conozco.

Está mi asombro mudo,
mi acertada incertidumbre,
y la esencia de mi principio,
la trama de mi vacío más elevado
y mi más sublime escombro.

En la plenitud está mi vacío.

Mi certeza en duda.
Y mi triste rostro y sombra en apuros.
Y mi luminoso despojo en desafío.
Mi plena ignorancia en voz viva.
Mi rabia, mi estornudo en equilibrio.
Y mi sed ahíta de espacio y desvarío.
Y mi sabiduría ignorante de mundo.

En la plenitud está mi vacío.

Y por lo mismo, avanzo
y regreso sin pretender ir a ningún lado.
Y así descubro
que en lo que más se niega
suele yacer y resistir el más caro deseo.

Meandros de placer y frutos ebrios
subyacen en todo riesgo.

Como en todo peligro existe
lo prohibido, negado y consentido,
y lo que es suplicio
y es religión y reino de duda,
palacio de gozo sin armisticios.

En la plenitud está mi vacío.

Bramando mudo como un río.
Cantando sordo, quieto, como un acertijo.


DICEN QUE LAS VÍBORAS


Dicen que las víboras
poseen mirada curva y redonda.

A partir de una línea imaginaria
teniendo como punto de referencia
la cerviz (parte más empinada
del cráneo), tenemos la visión elevada:
simetría bilateral a trescientos 
sesenta grados del mundo y su nada.

La mía, sin duda, más ecuánime,
apenas con ciento ochenta,
posee una y otra, según convenga;
lo que en un ojo mío se razona;
lo que a mi otro ojo poco le importa.

Curva o esférica
la víbora avanza y su mirada,
en constructo,
matemática y teórica, no desentona;
más parece por su veneno,
cilíndrica y aristotélica.

La mirada mía, sin duda,
posee menos que veneno,
una curva, sí, pero poliédrica
y metafísica, por un ojo;
en cambio que por el otro
su visión es biliosa y dialéctica.

Ambas, entonces, con idéntico veneno;
pero, con distinto propósito
y con distinto ángulo de visión en la simetría
y sus grados; la mirada curva
de la víbora te hipnotiza y te devora;
la mirada poliédrica
de uno u otro de mis ojos
sólo buscan tus sombras, tus renombres.
Y te iluminan o te ignoran.

EN VEZ DE CUERPO

A: Edith Sáenz Carrillo.

Sin duda:
en vez de cuerpo no tengo sino plumas;
en vez de sangre no tengo sino, alas;
en vez de esqueleto, lágrimas.

Esto puede ser grave,
porque tratándose de un hombre serio
y no de un santo
ni de un ave, alegre, parlante,
que me nazcan plumas parece broma;
aunque si me nacen alas
sería formidable.

La prueba está en que, en resta:
que me falten plumas
no sería dable;
que me falte sangre, sería una vaina;
que me falten o sobren lágrimas
me llegaría al rabo.
Y sería un diablo.

Sería dos veces más desaire;
dos veces menos plumas
para mi pellejo de mono y saurio;
y dos veces menos alas; y algo así
como un engendro y endemoniado;
es decir, un rara avis o mono implume,
como es mi condición
de hombre hecho para el vuelo,
para la lágrima y los aires.

En suma, dentro de mis plumas
y mis alas, no respira nadie.

Tal vez, desolado, sólo respire un ángel.



MAGO

Saqué mi arco iris del bolsillo
y él, tímido, se depositó en tus manos.

Luego de un soplo lo extendí en el cielo
y desde ahí con qué ternura
nos extendió la frescura de sus largos brazos.

No busco la alegría del cielo,
tampoco depender de los astros.

La fresca alegría y el soplo de vida nos lo podemos
otorgar; no dependerá de los dioses inocuos
ni del sol ni de nada parecido a eso.

Dejemos en paz al cielo.
Avivemos nuestra capacidad de asombro.

Todos nacemos con astros bellos en el bolsillo.
Un arco iris, un planeta de amor, es poco.

Que relumbre la belleza de nuestros actos
sencillos y naturales dependerá del corazón.

Nuestro corazón, abierto y esperando amor,
es siempre un sombrero de mago.


ES UNA ESCALERA
Es una escalera que me lleva
a un palco suspendido sobre el aire.

Y a una casa que existió antes
con su mesa, florero y tenedor
y todo un mundo antes habitable.

Pero es un palco y una casa que fue,
como que se los llevó el aire.

Un palco al vacío, y una escalera hacia nadie
y de donde se mira lo desmedido y lo confiable
del orbe.

Y desde donde se mide distancia y vacío
y tanta soledad que puede soportar un hombre.

Un palco y una escalera hacia el infinito
donde lo no medible e irreconciliable ya es posible.

Un palco que a la vez que se dirige a nadie
lo sabe y lo ve todo por ser su ser derruido y miserable.

Un palco y una escalera que sólo lo podrían imaginar
un niño dubitativo, una ostra, un trapecista necio
o un sabio pero de lo más ignorante.

Un palco y una escalera cómplices e inexplicables
que se unen en un amor como de mujer y hombre.

Dislocados ante el mundo y a vista de todos, visibles
escalera y palco hacen la casa fantasma con su nada y su aire.

Haciéndonos creer que habitamos en lo imposible,
suspendidos en un azar donde nada es lo confiable.

Pero es una escalera y es un palco, confortables y reales,
que no llevan a una casa, sólo que la ve nadie.



CUANDO UNO AMA

Cuando uno ama
el amor nos hace transparentes.

Todo se hace posible cuando uno ama.
El tren escala por las nubes.
El río viaja sobre las montañas.
Las ciudades viajan bajo los ríos.
Los barcos viajan sobre las nubes y los trenes.

Cuando uno ama se es como un santo.
No existe el pecado cuando uno ama.

Nos da el amor la serenidad del fuego.
La piedad imposible de la serpiente.
El conocimiento de lo desconocido.
Y se abre la roca en flor, el mar en ríos,
y la montaña se reparte en cascadas y trinos.

Cuando uno ama todo se hace leve como el aire.
Y los árboles flotan, las catedrales navegan;
los autos respetan los semáforos, increíble;
los fósforos se encienden bajo el agua;
los semáforos parpadean y detienen nubes;
y el viaje de la niebla se torna en rayo naciente;
y el agua que viaja fosforece en los peces.

Cuando uno ama el alma se pierde.
Y lo exacto exuda pasión y cábala;
la alquimia rueda en cúbica matemática;
y el corazón suena a campanario,
y el amor, a relincho, a caballo atrapado
en una pompa, en un acuario
incendiándose entre tus manos.



EL HOMBRE ES SIEMPRE...

El hombre es siempre un asedio.
La mujer es siempre la trampa.
El hombre cuando arroja la lanza
cree atrapar delicada presa.

Sobre todo si llora después de un beso.
Tibia como un pezón, una mansa gacela.

Sobre todo si ella se deja cazar y él,
cornudo vanidoso animal celebra
el delicioso trofeo tan hermosa hembra
para ser devorada largamente
en silenciosa quejumbre en orquesta,
tan sólo por él.

El hombre es siempre un asedio dijeron
los bestias abuelos; es cuando
ya dentro de la jaula, entre
ollas y sartenes y berridos,
mono aullando perdido en la trampa
despierta él amarrado a una leona
entre fustanes y pañales
de pies a cabeza.

El hombre es siempre un asedio.

Ella, Cazadora perfecta.

 

TÚ NO ERES

QUIEN ESCUCHA DE TI


Tú no eres quien escucha de ti;
te escucha el otro que habita,
impunemente, detrás de ti,
fuera y dentro de ti.

Es aquél que toca manguaré
bajo las estrellas; aquél quien lanza
la flecha y caza un pez, a eso de
las tres de la mañana, bajo el palco
plateado de la luna llena.

Tú no eres quien medita, reflexivo,
y dice un gentil estropicio,
esa cordialidad típica tuya es sólo
la apariencia de ti; pues esa meditación
tampoco te corresponde, como
tampoco es conciencia de  tu Yo,
ni de tu Super Ego; es ése que
se refocila y sueña detrás de tu vanidad
de mono infidente;
lector de Séneca y de los estoicos,
menos y más conspicuos.

Tú no eres quien se ríe de ti
y se afana por lucirte en lo mejor de ti;
es aquél que no es parte
de ninguna araña
ni alimaña de tu conciencia, ni parte,
siquiera, de tu oscuro ser,
ni de tu indiferencia. Ni siquiera eso.

La risa viene de ese otro, alguien más
sibilino y sagaz que tú; aquél
que habita ni siquiera detrás
de tu luz elemental, ni detrás
de tu áurea celeste; ni menos que habita
y vive de tu sombra, en tu sombra,
esa sombra en donde no eres, ni jamás
serías porque tú ves, te sientes.

Eso tú lo sabes; es aquél,
ése que vive continentes y ciudades,
mundo adentro.

LÁMPARA Y GENIO


Si quieres tocar piano,
tocarlo bien; tendrás que tocarlo
meses y años.

Si quieres tocar guitarra,
tocarla bien; tendrás que ejecutarla
quinquenios y decenios.

Si quieres crear cuentos y poemas,
hacerlos bien; tendrás que pergeñarlos
todos los días de toda una vida.

Y eso. Que todo estará en veremos.
Así lo cojas a correazos o a palos:
no siempre por eso saldrá tu genio.


 

DE MÍ ME GUSTA


De mí me gusta el otro que no soy.

Ese que los amigos creen que ven
y hablan con él; pero que de súbito no es.

El apagado y silencioso
que en casa
de tanto mal leer a Villon y Lope
es transparente, sin ser si quiera mi fantasma.

Aquel que hace de millonario y no tiene
dónde caerse muerto de tan sencillo
y desaliñado.

Aquel que anda muy por debajo
y muy por detrás de mi sombra, con su sombra,
y muy mal iluminado.

De mí me gusta ése, oculto y distinguido
dromedario;
su inocencia de sano animal aunque rudimentario.

Aquel que va con su soberbia
de diplodocus, con su cuello espigado,
mientras camina a dos millones de años
siguiendo siempre mis pasos.

Me gusta porque es, en buen salvaje
mi otro lado, como mi medio hermano,
al tenerlo y no tenerlo, eternamente,
en mutuo rechazo.

Así lo veo, arrogante, sin derrotas,
ni vacilaciones de aquellos amargados;
aunque nunca tuvo reales triunfos,
sino templo y dudas de los seres aplazados.

Me gusta así, aquél de mí mismo,
Martínadanesco, lautreamondiano
ese que no soy; aquél que
cuando me acerco,
se retira molesto y hablando
cosas que nunca diría yo, de tímido
e imperfecto.

Ese que cuando lo miro
y él me observa, nos quedamos pensando;
y, de repente, al darle yo un escobazo:
“Fuera, gato”
él, hace un momento que se ha retirado.

 

MANIFIESTO Y PEDESTAL


La mentira; no dignifiquemos
la mentira.

Si tú imaginas una fantasía
y escribes una novela,
no dices una mentira –se equivoca Kundera-;
ahí tus personajes y tú
sólo dicen una fantasía.

No dignifiquemos las mentiras.
Ellas conllevan, entre solapas, intrigas;
las mentiras, si hacen política, son asesinas.

Son mezquinas, codician,
incriminan –disculpen la moralina–
pero las mentiras no son las novelas,
ni el novelista ni el poeta
dicen mentiras.

Dicen ficción, ilusión, fantasía;
y la ficción no es la realidad
donde se apuñala por dinero o codicia.

No al pedestal de la mentira.
Bien puede ser la literatura una utopía,
pero eso es literatura –se nutre con raíces
y sangre, con hadas, patíbulos y fantasía-

Si yo miento: necesito, codicio
ponerte todas las trampas del asesino,
todos los patíbulos, soga al cuello,
la hoguera, con tal de lograr
un oscuro -¿crematístico?- objetivo;
soy un canalla y te he mentido.

Pero si te he hecho un poema,
un cuento, una novela, juro que no
miento; sólo apenas te he
inventado un castillo kafkiano, acaso
por sus absurdos y laberintos.

Pero fantasía y mentira no son
lo mismo; son tan peligrosas amigas
como la víctima y el puñal asesino.

 

EN LO AMBIGUO ESTÁ LO CIERTO


En lo ambiguo está lo cierto;
eso ni lo dudemos.

Si avanzas y vacilas, no tengas miedo.
Ya has dado un paso.

Si dudas, tenlo por seguro,
en esa incógnita palpita el acierto.

Por eso es bueno ser ambiguo,
para dudar;
vacilar para avanzar;
dudar para acertar.

En un acertijo cabe lo verdadero;
aunque no toda verdad da en lo cierto.

En un adagio cabe un fino pensamiento;
aunque
pensamientos hay que son desaciertos.

En un refrán podría caber un dicho,
más no todo dicho
contiene altura y mandamientos.

Por eso es bueno el acertijo
para descifrar;
el adagio para atinar;
el refrán para cavilar.

Pues de todo ese reverso
existimos en el revuelo
de signos, cifras, cábalas y complementos;
el más humilde
como el más sabio hombre
de todas esas lástimas está hecho;
y de todos esos lastres
y de todos esos desastres,
como es tu cifra y la estrella que brilla
en tu alto y bajo universo.

 


A CIEGAS AVANZO


A ciegas avanzo:
y a ver si tropiezo en mi siglo;
para ver mis límites cercanos
y más lejanos
y mis más hondos principios.

A ciegas para ver
lo más alto y elevado;
y así rozar los límites conspicuos
y mis bajos fondos
donde ya ni alcanzo
a ver quién soy; ¿menos que un simio?

A ciegas para ver
mi animal, mi antrópodo
ahí y allá donde no soy
ese algo
y donde soy justamente eso
por lo que casi me desconozco.

A ciegas para ver
mis fuerzas, mi jaula, mi termómetro
de hombre, de fiera panza al cielo;
un pobre antropoide
buscando en un poema
los límites de su nobleza,
los límites de su cordura;
los límites de su casa
y su muy noble pereza.

A ciegas para ver
mi lanza,
mi flecha envenenada de nostalgia,
mi aljaba rota de penas y desmemorias;
para contar de ti y de mí
el pan que no nos toca,
la moneda que no nos falta;
todo un afán;
esta historia de todo y de nada.

A ciegas para ver
linderos, distancias;
torpezas que sólo sabe ver un ciego;
distancias que sólo sabe medir un cojo;
para que tus tristezas, tus trapos
aunque siendo oscuros
he de procurar en mi lucha sinuosa
brillen como lisonjas o joyas puras.

A ciegas para ver,
exquisito esquizoide, el animal que soy;
a dónde voy, a ciegas;
a qué honda altura; a qué baja cumbre
y a dónde me lleva mi bestia antropoide,
a ciegas, para ver quién soy.

CON LA MUERTE

Con la muerte siempre viajamos.
Con la muerte siempre volvemos.

¿No es la novia con la que dormimos?
¿La niña que llevamos de la mano?
¿No es la taza de café que bebemos?
¿El amigo de quien nos apartamos?
¿La coartada de quien nos despedimos?

Con la muerte siempre viajamos.
Con la muerte siempre volvemos.

¿En dónde la olvidamos?
¿Quién no le lava la cara, la afeita a diario?
¿O le invita una cerveza?
¿Quién no le hace fiesta y baila con ella?

Con la muerte siempre viajamos.
Con la muerte siempre volvemos.

¿No es el tipo que te abre la puerta?
¿No es la placera que te birla los gramos?
¿El boletero que te reclama?
¿La vieja que te echa de menos?
¿El micro que casi te atropella?
¿La despedida, el viaje, con que nos vamos?

Con la muerte siempre viajamos.
Con la muerte siempre volvemos.

¿Adónde, en qué equipaje no la llevamos?
¿En qué mochila la traemos?
¿En qué bolsillo?
¿No viene en la amiga que nos besa de repente?
¿O en el impertinente extraño que nos da la mano?
¿No es el gallo que nos despierta con su piano?
¿No es el perro que nos habla con su rabo?
¿El panadero que nos ladra con su pan frío?



TENGO
MUCHOS SUEÑOS

Tengo muchos sueños por realizar.

Que los Premio Nóbel envidien mis poemas.
Que Dios envidie mis cuentos.
Que Dios, prefiera mi tristeza
a ser algo etéreo.

Tengo más sueños,
ser muy renombrado pero sin ser famoso.
Ser rico en ideas pero no ser millonario.
Ser muy loco imaginando, pero cuerdo.
Ser muy laborioso pero soñando.

Y que cada poema mío valga un gallo
lo que vale el canto de un río;
que cada palabra oculte desafío y magisterio;
que cada libro mío valga más
que los discursos de un ministro;
que una frase mía se encienda y equivalga
a los sueños de un continente o de la Biblia.

Piensa, si tu soberbia es
constructiva: dignifica.

Que cada verso mío pese lo que
un trasatlántico, pero con la gracia de un pájaro;
y que hallan mujeres que me digan
me gustan no tanto tus libros, pero te amo;
y que justamente por cada libro
en cada mujer tenga un hijo, sino mío,
por lo menos que se me parezca en algo.

DE TODAS LAS AVES

De todas las aves y reptiles
nací para ser la bestia más temida.

Mueren ante mí ejércitos como hormigas.
No hay reino que no caiga rendido a mis pies.
Ni quien por mí no haya bebido copa de hiel.

Soy el azote, mis zarpas son de lava y rescoldo.
Y mi lengua sólo escupe espadas de fuego y ceniza.
Y mi trono se asienta en la perversión y el odio.

Vomito fuego y todo ante mí es desolación.
Pero eructo dos joyas, frustración y ciencia.
De mis alas se desprende sólo el rencor.
No oigo súplicas, desconozco la clemencia.

Por mí, nacen sentencias y profecías.
Y hasta Luzbel y el ingenuo Nostredamus,
humillados, me reverencian.

Y heme aquí, motivo y reclamo.
Y razón de innumerables sagas y poemas.
Y amo y señor de reinos y tabernas.
Y por mí se sentencian a inocentes.
Y por mí el ministro ladrón es salvo.

Mi saliva es plaga y epidemia.
De mis zarpas caen cientos de decapitaciones.
Y soy lascivo y soy dios de bocas y vientres.
Y dueño y señor de las vírgenes más bellas.

Me llaman dragón.
Hijo del destierro y bisnieto del rencor.
Mastico y defeco tinajas de jade y oro.
Mi corazón es nido de cuervos cautivos.
Soy bárbaro en desatinos, y ésa es mi religión.

Pero soy júbilo. Implacable y olímpico.
Y por eso me envuelven incienso y flores.
No hay camino para mí sin agasajos e himnos.
Vírgenes niñas duermen conmigo.
Me regocijan con racimos de poema y delirios.
Y por ello, de castigo, mi reino es Lujuria.
Y mi cetro el Hastío.

Embaracé los menos a cien mil mujeres.
Fauno, en celos, se suicidaría si viese mi recinto.

Lo malo es que no existo.


NO HAY NECESIDAD

No hay necesidad
de hablar de Dios
para estar con Dios.

No hay necesidad
de habitar en un templo
para ser la iglesia.

Mi dios es el agua.
Mi dios es el viento.
Mi cielo es la flor, la rama.
Mi paraíso aquella nube en vuelo.

El canto de la rana y la belleza de la rosa
son mi evangelio.

No hay necesidad
de encenderse en relámpago
para ser fuego.

Ni de besar un cáliz
para habitar
en una porción del cielo.

No hay necesidad
de cohabitar en el rezo
para vivir en el más religioso silencio.

De por sí el silencio es dios en el templo.




PROTÉGEME, SEÑOR,
DE LOS BÍBLICOS

Protégeme, Señor, de los bíblicos.
Y de quienes mencionan tu nombre
porque ellos son el abismo;
quienes han golpeado a su padre o madre;
han pateado a su hijo;
han ultrajado a suegro o suegra;
han robado al hermano;
han sacado hijo a la hermana
o han puesto cuernos al marido.

Protégeme, Señor,
de quienes me hablan de Dios,
porque ellos son
quienes tejen los hilos mejor que la araña,
quienes han asaltado por los caminos;
quienes son peor que el gusano;
y que los hipócritas que te vendieron;
y peor que la víboras
o los lobos fingiendo tus proverbios;
quienes acaso han vendido
a su hija al prostíbulo o a su hijo
por obtener alcohol o dinero;
o quienes se han ofertado en meretricio,
o han comerciado con drogas,
o tienen alma de asesinos
y gimen ahora con lágrimas de cocodrilo.

¿Son ellos quienes vienen ahora
a salvarme a mí, Señor,
aprovechándose de tu renombre?

Protégeme de quienes con ternura y fervor
vienen a tocar mi puerta
para farfullarme de ti y pretender, ciegos,
orientar mi destino.
¿No son ellos, Señor,
quienes desearon el aborto
y en el vientre mataron a su primogénito?

¿A qué demonio he torturado yo, Señor?
¿Qué ángeles del cielo de mí huyeron?
¿A quién que se considere virgen he ultrajado?
A nadie robé, Señor, ése es mi pecado.

Míralos, Señor, los corderos vienes vestidos
con piel de lobo rezando;
no los dejes, Señor, sollozar en mi puerta;
cada vez que me hablan
soy de ellos una baratija,
acaban por sacarme la cartera,
se llevan lo poco que me queda
alegran a mi suegra, aterran a mis hijos
y perturban mi alegría;
incendian en mi lengua una hoja de Biblia;
son peor que la droga, Señor,
nieblan mi conciencia
y me hacen creer que escupes lluvias de fuego,
que eres un dragón de amor
y rencor, y me premian
con una angustia infinita
dada tu matonezca omnipotencia.

¿Eso era lo que pretendían?
¿Psicosearme y hacerme caer en éxtasis,
para aprovecharse de mis rentas?

Protégeme, Señor,
de quienes vienen urgidos, violentos,
aleluya, aleluya,
a engatusarme con cascabeles y tamborcillos
con tu vida.

Tú sabes, Señor,
que tu vida es lo que menos me importa.

Mi Biblia es el hacha y el viento es su sabiduría.
Y el viento usa un verbo iluminado de reales semillas.
Semillas que germinan, florecen y dan frutos.
Y en cada rayo de luz veo un milagro que es nada tuyo.

En cada piedra, un toro mueve mi arado.
Y en cada rocío un molino muele mi trigo.
En el croar de una rana veo y oigo el firmamento.
Yo sólo necesito un árbol para ver mi paraíso.

Y descubro que Dios es sólo un escupitajo de los astros.
Porque así se hizo el universo, de un escupitajo.

Y que fue la energía sideral quien te creó, Señor.
No nadie más, energía de la que estoy hecho yo.
Y estás hecho tú.
Y yo no soy Dios, pero ambos sabemos
que somos parte de una energía superior.

Como cualquier hombre o mujer son Dios.
Lo suficiente como
para que no se les niegue plegaria y respeto.

Y no por eso me arrogo poseer la voz de la Biblia.
Aunque te lo permito, yo, Señor, como fantasía.

La verdadera Biblia es el enorme agujero negro.
Ése que algún día espera a tus corderos.
También mi Biblia es el agua, un zapallo, un durazno.
La mejor energía, donde el Dios verdadero es devorado.
Porque ése es el verdadero amor, devorar.
Y ser devorado por lo que más amamos. 

De ese amor hablemos; pero mejor no.
Que tus hijos se vayan a buscar otros monederos.
No los dejes, Señor, ladrar en mi puerta. 

Me vienen a hablar de ti, ¿quién se los ha pedido?

De mundo está hecho mi cielo y mi infierno, Señor.
¿Cómo no entenderlo? Nada pido de ti.

Más no necesito.

SI AMAS Y CREES
EN LA POESÍA

Elige las palabras
más dignas y elevada.

Dales categoría.
Sean sabias, pincel o dagas.

Eleva el pensamiento.

Sea tu filosofía la nada
de quien todo ha poseído y nada necesita.

Eleva los motores atómicos de tu alma –si la posees–.

Eleva los fusibles de tu inteligencia.

Eleva el genio. Y no dejes que te engañe.
Azótalo, si puedes. Todos tenemos un duende
escondido.

Eleva la metáfora y otórgale constelaciones, ríos.
Y cédele astucia a la hipálage.

Leva ancla en el corazón siempre de viaje.

Que la imaginación desborde y gire
sobre los elementos. Tú eres el universo.

Que las ideas sean incendio.
Y en ese incendio se congelen los océanos.

Que las palabras –buzos iluminados–
te exploren en tus cuatro y cinco dimensiones.

Tu nada es una Vía Láctea.

Sé digno de ti. Eres tú tu reclamo.

Atrévete a amarte como a nadie;
también sométete y sé tu esclavo.

Eres tu dios y, acéptalo, vives en lo inesperado.

Atrévete a ser. Jamás digas no puedo.







No hay comentarios:

Publicar un comentario